
El lobo de Caperucita, que fue tan vilipendiado por aquella historia que Perrault se encargó de publicar en su libro, ha accedido hoy a brindarme una entrevista.
En ella me cuenta que toda su mala fama se debe a un error en la investigación; que él en realidad sólo acosaba a la Caperucita (sí, al menos admitió lo del acoso) porque estaba enamorado de la niña repartidora. Que lo de la abuela se lo inventó el leñador que le alquilaba la casita para espiarla y que hubiera preferido que lo acusaran de voyeurista antes que de asesino en serie.
Nada, que el lobo ha sido una víctima más de los escritores.